La Ortiga dedica su número 133 a su XXV aniversario
Damos vueltas alrededor de la Luz, aunque seamos consumidas por su fuego es un proyecto fotográfico que reúne los trabajos de 13 fotógrafas de diferentes generaciones que, partiendo de un género clásico de las artes plásticas como es el retrato, investigan aspectos relacionados con conceptos como cuerpo, representación e identidad. Coordinado y comisariado por María Montesino y Raúl Lucio, en el proyecto participan las siguientes fotógrafas: Belén de Benito, María De Las Casas, Pepa Delgado Acuña, Tamara García, Araceli Gedack, María Gil Lastra, María Gorbeña, Sonia Higuera, Laura Hojas, Marieta Laínz, Ana Martín Zurdo, Miriam Mora y Maite Moratinos.
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El título del mismo hace un guiño al palíndromo latino que Guy Debord utilizó como título de su última película (1978): In girum imus nocte et consumimur igni (textualmente, “Damos vueltas en la noche y somos devorados por el fuego”), un documental en el que realiza una crítica al espectador que acude a la sala de cine para olvidarse de los problemas de su existencia. Conocido como “el verso del diablo”, se supone que habla del comportamiento de las polillas con relación a elementos incandescentes. En nuestro caso, la Luz –con mayúscula– aparece como el elemento fundacional de la disciplina fotográfica: permite la mirada, la contemplación, la reflexión. Por su parte, el fuego nos habla del riesgo que asumen las autoras exponiendo su trabajo y exponiéndose -ellas mismas- al ojo escrutador del público.
El proyecto reúne en torno a un centenar de imágenes, junto con un número considerable de textos, algunos realizados por las propias autoras y centrados en sus trabajos, y otros redactados por las historiadoras del Arte Lidia Gil Calvo y Marta Mantecón, a modo de visión de conjunto.
La propuesta, desarrollada durante el último año, se concreta en una doble iniciativa: por un lado, en formato papel (un número monográfico de la revista La Ortiga) y, por otro, la exposición de gran parte de los trabajos que recoge esta publicación en la sala Concepción Arenal del Centro Cultural Los Arenales de Santander, del 4 al 27 de junio de 2021. Ambos dispositivos –fotolibro y muestra– están pensados para que interactúen de forma complementaria, buscando diálogos fructíferos entre ellos y planteando, al público que los observe, un pulso dialéctico con los mismos.
La revista de arte, literatura y pensamiento La Ortiga cumple 25 años de existencia y resistencia cultural, una resistencia participada por muchas compañeras y compañeros que seguimos editando como manera de estar en el mundo, de poner en común aquello que nos afecta, que nos provoca, que nos seduce. Esta edición conmemorativa del 25 aniversario tiene un fondo y forma muy especiales para las personas que somos y hacemos La Ortiga, ya que simboliza de algún modo la celebración en papel del cuarto de siglo de esta revista con nombre de mala hierba.
Ya en 2006, en el décimo aniversario de La Ortiga, el cuerpo y sus poéticas protagonizaron un monográfico coordinado junto a varios profesores del departamento de Sociología de la Universidad del País Vasco. En aquella ocasión, recopilamos textos que abordaban la presencia y representación del cuerpo desde el arte, la tecnología y la cultura. Hoy, quince años después, en este contexto social atravesado por la pandemia, más que nunca, sentimos nostalgia del cuerpo y sus cercanías. Reunimos aquí una urdimbre de miradas de trece fotógrafas que, desde su percepción del cuerpo y sus imaginarios, visibilizan la diversidad de enfoques en el acercamiento a la construcción social del cuerpo, la identidad y sus representaciones.
Decía John Berger que “toda imagen encarna un modo de ver”, en cierta medida, una manera de pensar la vida, de exponer(nos) y representar(nos). Este fotolibro de más de 200 páginas es el fruto generoso de muchas voces y miradas que han reflexionado sobre los conceptos de cuerpo, identidad y representación. Ejercicios de reflexión y creación con la fotografía como hilo conductor. La Ortiga 133 es una enramada colectiva repleta de hojas y brotes, sembrada durante un tiempo de confinamiento y recogida como muestra de muchos de los procesos que vivimos como sociedad. Quizás por eso nos con-mueve, porque lleva implícita la propia idea de acción y movimiento, de aquello que nos afecta, que nos apela directamente a través de los sentimientos y de las experiencias. Surge así un tacto atento a lo que sucede, una sensibilidad crítica que no pierde el ritmo de la vida y sus narrativas.
La primera parte de la publicación –el bloque principal titulado 13 ensayos fotográficos sobre cuerpo, representación e identidad– aglutina la mayoría de las imágenes del proyecto. Se trata de una investigación abierta acerca del cuerpo y sus “periferias”: nuestro cuerpo y el cuerpo de los otros. Intenta responder a varias cuestiones: ¿Qué –quiénes– somos?… ¿Cómo nos vemos?, ¿cómo nos representamos?, ¿cómo nos acercamos al otro (a los otros) y cómo lo representamos en nuestras imágenes?
Las investigaciones sobre el sentimiento de identidad suelen terminar de manera habitual en callejones sin salida, bloqueadas por el obstáculo insalvable de la paradoja. Pero lo interesante es que, como ha apuntado Clément Rosset, llevan también a interrogar sobre la naturaleza de la irresistible ceguera que, como individuos, nos anima a vivir. A menudo se ha hablado de la identidad (individual o colectiva) como una autoconstrucción, lo que, según Agustín Fernández Mallo, se puede considerar una delirante proyección, una alucinación del ego… una mentira consoladora. Para este ensayista la identidad es, sobre todo, una red compleja que tiene que ver con lo que los demás dicen que somos: “somos en la medida en que sabemos que algo puede mirarnos sin que nosotros podamos hacer cosa alguna para evitarlo”. Es, por tanto, la mirada de los otros la que probablemente construye nuestra identidad, y nada podemos hacer al respecto.
Combinando imágenes digitales provenientes de máquinas réflex con fotografías analógicas realizadas en formato medio, capturas de móvil, escanografías o procedimientos históricos antiguos como la cianotipia, estos trece ensayos fotográficos, discurren por caminos muy distintos: desde las ausencias de María Gorbeña hasta los sistemas binarios de género puestos en solfa por Maite Moratinos, pasando por la naturaleza como proceso curativo y formativo (María De Las Casas, Ana Martín Zurdo o Miriam Mora), la familia y la infancia (Pepa Delgado Acuña, Marieta Laínz y Belén de Benito), los cuidados (Tamara García), el tacto (María Gil Lastra) o introspecciones en los siempre complicados campos del yo, del nos(otros) y del “los otros” (Araceli Gedack, Sonia Higuera y Laura Hojas).
Son muchos los imaginarios que brotan en estas páginas, policromías que nos invitan a pensar sobre géneros, naturalezas, cuidados, feminismos, ecologías, políticas. Imágenes que forman mapas de palabras que se entrelazan como pequeñas piezas de un puzzle que es individual y colectivo al mismo tiempo: cuerpo, familia, mujer, resistencia, animal, humedad, casa, desnudez, mano, zapato. Ausencias y presencias que nos cuentan.
La segunda parte –Epílogo en tres actos– recoge una serie de imágenes de lectura más transversal que operan sobre los espacios de aislamiento, el autorretrato sin mí y el pudor (y sus alrededores). En esta sección, la palabra juega un papel determinante, acompañando a las imágenes, escoltándolas a veces, difuminándolas otras… abriendo significados, siempre.